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jueves, 30 de octubre de 2008

Work Experience

La semana pasada empecé con lo que nosotros lo llamamos "prácticas".

Imagino que si hubiera estado en Lima, hubiera sido mas o menos lo mismo. Empecé el martes, y desde entonces he hecho mas cosas de oficina que escribir.

Lo que estoy llevando aqui se llama Work Experience. Es un curso del colegio que estoy tomando para completar créditos, y para tener referencias. Mi meta es terminar este Grado 12, y entrar a un instituto donde finalmente me enseñen lo que yo quiero: Difusión Periodística. Pero para entrar a este instituto (BCIT), necesito entre otras cosas, cartas de referencia. Y estas practicas son precisamente lo que necesito.

También lo llaman acá "voluntariado". El lugar en donde estoy es Contacto Directo, el periódico hispano de Vancouver. Aunque yo quería algo en inglés, este periódico me interesaba porque le faltan muchas cosas, como ortografía y diseño. Pedí a mi consejera que me ayude a conseguir un voluntariado en los diarios gratis, pero me dijo que casi todos los periódicos estaban sindicalizados, y que no admitian voluntarios. Solo puedes entrar ahí siendo contratado, es decir, trabajando ahí. Contacto Directo luego me pareció una buena opción.

Al llegar a la cita que tenía con el dueño, estaba un poco nerviosa porque no sabía exactamente qué decirle. No sabía qué había hablado con mi consejera. En mi cabeza rápidamente formé preguntas que le iba a hacer para que de una forma solapa me diga qué ya sabía. Cuando llegué a la oficina, había alguien más siendo atendido, asi que esperé unos cuantos minutos. Hice una observación al cuarto donde estaba. Paredes blancas; piso alfombrado; escritorios y muebles de metal, viejos y descuidados; una sola planta en toda la habitación; una computadora; tres teléfonos; muchos papeles. La verdad es que esa oficina puede verse mejor, pero anda bastante descuidada. En las paredes habían posters viejos de atractivos turísticos de América Latina (sí, MachuPicchu también estaba). Y solo dos personas que aparentemente trabajaban en esa oficina: Don Victor (Guatemala), y su secretaria (México), Sara.

El primer dia que estuve en la oficina del Sr. Victor Alvarado me la pasé ordenando cheques pasados, y clasificando periódicos de hace años atrás. Recién al día siguiente pude terminar con eso. No me había dado cuenta que había hecho tanto esfuerzo físico cargando periódicos, hasta que a la mañana siguiente sentí el dolor de piernas y de brazos. Pero se me pasó a los dos días.

Esta semana, hice un poco de marketing. Como esta empresa también tiene una Guía Telefónica, y están a punto de imprimir la nueva, me pusieron a llamar a todos los anunciantes, y preguntarles si querian algún cambio para su aviso en la guía del próximo año. Me dio una vergüenza increíble tener que llamar a tanta gente que no conocía, y todavia hablarles de un negocio que no era mio!! Pero tenía que hacerlo, y con palta y todo, llamé a toditos. Puedo llamar a tres mil personas, pero el roche a llamar nunca se me va a ir.

Ayer no hubo mucho qué hacer. Sin embargo, hablé con el Sr. Victor sobre la parte de periodismo que me gustaría hacer, y me propuso una columna que podria manejar. Sin mucho titubeo le dije que sí, y ahora espero ver mi nombre en una de las páginas de este semanario.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Rendición: pobreza en el alma

Hoy es el Blog Action Day, y el tema de este año es la pobreza. Me interesó mucho participar en esta actividad cibernética, y me inscribí. Sin embargo, el tiempo se me pasó volando, y hoy al abrir mi cuenta me dicen que este es el día fijado. Aunque no tenía ni la más mínima idea de que poner en esta entrada, de pronto sentí que puedo mezclarlo con algo que he tenido en la cabeza desde hace un par de semanas: rendición.

Venir a Canadá fue un gran paso. Nos esperaban muchas oportunidades laborales, educativas, culturales y de crecer como persona. No obstante, no fue (ni sigue siendo) fácil. No voy a rajar de esta sociedad, porque hace un par de días fue Thanksgiving y empecé el dia agradeciendo por tener un techo sobre mi cabeza; pero seamos honestos, dejar tu vida atrás no es cosa que se toma a la ligera.

Nos ha costado a todos nosotros salir adelante. Yo me impresiono mucho cuando conozco a gente en mis clases que han venido a Canadá hace dos o tres años, y recién estan tomando las clases, o recién van a conseguir trabajo. Muchos de ellos, incluso, recién van a sacar un permiso legal para quedarse aqui. Cuando me preguntan cuanto tiempo llevo en Canadá, la mayoria se admira de que esté aqui tan poco, y que ya haya avanzado tanto. Y es cierto, vinimos con el deseo de éxito entre ceja y ceja. Solo un postulante a la San Marcos o a la Uni que ya ha pasado por ese examen de admisión 5 o 6 veces sabe lo que es estar "encaprichado" con motivo con algo.

Pero no todos son asi. Algunos tienen -talves- más suerte que otros.

En la casa donde yo vivo, hay dos familias más. Cabe aclarar que yo vivo en un sótano (vamos, la renta en Vancouver es cara). El departamento de nuestro costado, que también esta en el sótano tiene un solo dormitorio, y hasta hace un mes vivía una señora de Winnipeg (al medio de Canadá, donde el frio es más cruel). Al irse, vinieron una familia de filipinos a los que aun no conocemos. Por otro lado, en el piso principal de la casa vive una familia india que vino desde Holanda hace un par de meses. Cuando los conocí, me sorprendió que hablaran tan bien el inglés, y que casi no tuvieran acento punjabi. No hicimos mucha amistad con ellos porque en mi familia no tenemos la costumbre de conocer a los vecinos y hacernos patas.

Hace un par de semanas, la dueña de la casa nos dijo que los que ahora vivian al costado nuestro, los filipinos, pronto se irían de ahí. La señora y su hija iban a volver a las Filipinas, porque decían que no se habian acostumbrado a estar aqui. Como recién llegados, nos dio un poco de pena que no hayan podido asimilar el ambiente vancouverita, recordando lo dificil que fue (y aun es) estar en un pais que no conoces, donde todo el nuevo, hasta tu vida. Unos minutos después, la dueña también nos comentó que los del piso principal iban a volver a Holanda, que la señora ya se habia ido, y que arriba solo estaban viviendo el señor con sus dos hijas. Personalmente, pude sentir la frustración que seguramente ellos sintieron al tomar la decisión de volver. Sobre todo porque ellos ya habian traido sus cosas desde Europa hasta acá. Quiere decir que en verdad habian puesto sus esperanzas en esta tierra, y ahora se habian dado cuenta que tenian que regresar.

A veces, la tierra te llama a gritos, y no puedes ignorarla por más que intentas. Dentro tuyo te creas una fortaleza que es muy grande, unas ganas inmensas de conseguir todos tus propósitos; y algunas veces, el camino es demasiado largo, y no puedes mantener los brazos arriba. Extrañar tu tierra, tu familia, tus amigos, tu cultura, tu comida... es tener un huequito en el corazón, por donde se cuela toda tu fuerza, tus esperanzas, tus energías. Poco a poco te quedas vacío, y sientes una soledad por dentro, que no perteneces donde estas, y aunque sabes que en la misma ciudad hay miles de personas que estan pasando o han pasado lo mismo que tú, sabes también que eso no va a regresarte todo lo que extrañas. Sientes que no tienes nada, y esa impotencia a poder remediarlo te hace retroceder. La pobreza es muy insoportable, y a veces no tiene sentido continuar así. Y no me refiero a la monetaria (aunque muchos pasamos por eso al principio), sino a la espiritual. A veces, no hay más remedio que rendirse, dar un paso al costado, dejar que las grandes espectativas tomen un camino diferente, y coger las maletas y volver a donde el corazón llama.

Hay quienes tenemos el privilegio de salir de donde estamos, y arreglar nuestra situación, sea cual fuere. Sin embargo, hay millones de personas en el mundo (y sin ir mas lejos, a unos cuantos kilómetros de nuestras casas) que no tienen la posibilidad de tomar una decisión por su cuenta, y hacer lo que quieran. Personas que deben dormir con el estómago vacío, y aun así agradecen a Dios por haberles dado vida, por darles manos y pies para trabajar, por tener a veces un techo bajo el cual refugiarse.

No siempre la vida se arregla comprando un boleto de vuelta, o morirte en plata y ser miserable. A veces la pobreza no se fija en contrastes.